La
sociedad de producción y consumo sigue superando etapas, o quizás sea mejor
decir que va mostrando matices, a veces significativos, y con ello posiblemente
también se pueda ir comprendiendo mejor todo lo que se relaciona con las
compras, el consumo de los productos o su simbolismo. Que los productos y
diseños del pasado tengan un atractivo singular demostrado, y que se lleguen a
establecer categorías de productos en base a esa característica, o que sean
notables las cuotas de mercado, son hechos y datos que llevan a reflexionar
acerca de cómo se relacionan las personas con los objetos y con su utilidad.
Que
el calificativo vintage sea de uso
común no es sino un matiz de esta cuestión que afecta a la psicología del
consumo y las oportunidades comerciales. Cabe pensar que muchas marcas y
categorías de producto podrían tener en su gama de oferta productos cuyo valor
añadido estuviera, ante todo, caracterizado por la nostalgia o el atractivo de
un diseño, aunque pudiera no ser siempre fácil diferenciar entre nostalgia y
valor estético, y aunque tal valor fuera algo relacionado con la segmentación del
mercado y el gusto concreto de unos consumidores con una cultura o un estilo de
vida también identificables o reconocibles. Quizás algunas marcas y categorías
de producto específicas sean más proclives al consumo favorecido por la
“nostalgia” y en otros mercados no sea tan recomendable, o tan habitual, ese
“eje psicológico”. Pero si hay románticos
de la informática, y los hay , es posible que la nostalgia por un producto o un
diseño sea sólo una cuestión de tiempo y segmentación de mercados.
Sin
olvidar el análisis contable, y los costes de producción más en concreto,
aprovechar la nostalgia de los consumidores no es algo que se pueda despreciar
alegremente. Diferenciando entre el coleccionismo de productos añejos, y la fabricación
de nuevos productos con diseños anticuados, pero a la vez atractivos, las
posibilidades no son desdeñables. Pero hay más, y tiene que ver en algunos
casos con la razón de ser de los productos entendidos o valorados como objetos,
y como objetos que conllevan sensaciones, y
no sólo recuerdos. Puede que el libro sea un ejemplo. Es posible que el
libro resista mejor el envite del e-book porque tal versión electrónica sea
percibida como una “pantalla” y no como
un libro.
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