“El asesinato
como una de las bellas artes”, no es lo único que escribió Thomas de Quincey,
pero puede que el sentido del humor con
el que se refiere a la materia sea en buena medida algo que le ha hecho pasar a
la posteridad. Llega a afirmar que en comparación a lo que ocurre con el pintor
y sus modelos, en el arte del asesinato pueden surgir dificultades porque la
gente no se resigna a morir tranquilamente, “corren, patalean, muerden” y el
artista “se ve generalmente dificultado en su labor por la excesiva agitación”.
Si el humor
sirve a menudo para enfrentar un variedad de situaciones, también sirve en la publicidad como una de las
técnicas del marketing. Se cuestiona a menudo por qué utilizarlo, o no
utilizarlo, o utilizarlo más o utilizarlo menos. Pero la cuestión no es
generalizar sino concretar en el aspecto “sagrado” de la técnica comercial que
es la estrategia previa. Se trata de ponderar factores como la marca, el
producto, el segmento de mercado, la competencia y, no menos importante, la
capacidad y la voluntad de riesgo. Las cosas son suficientemente complejas ya
como para no darse cuenta de que hay que unir análisis, técnica y voluntad de
riesgo.
Parece ser,
según algunos datos, que el recuerdo aumenta cuando hay humor, que funciona
bien en los virales y las redes sociales, y que en España hay una buena acogida
para el humor. Pero una vez más hay que recordar que no se trata de ser
graciosos sino eficaces, y que no se trata de que se recuerde un mensaje o una
broma, o un personaje, sino una marca, un producto y se pueda llegar a saber si
todo ello ayuda al marketing de esa marca. Todo muy complejo, pero es así.
Claudio Contreras
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