Una
cierta desafección de los millenials
con las formas de producir y distribuir cine al estilo Hollywood, y la pérdida
de atractivo de la televisión y sus formatos y tiempos tradicionales, hacen
patente una brecha en la aceptación de tales medios. A la, posiblemente
exagerada, cantidad de contenidos que el público ha de prestar atención, y que
apenas observa, va sucediendo lógicamente
una cantidad mínima de interés por parte de ese público hacia lo que
ofrecen muchos medios. A la “ventana de atención”, o cantidad mínima de atención e interés disponible de los
clientes y consumidores potenciales, hay que añadir que pueden darse atracones
de series de televisión, capítulos y temporadas enteras si lo desean, porque la
tecnología y los hábitos de consumo así lo permiten y lo dictan. Se llame
atracón o binge watching. Si pueden
ver lo que quieren y en cantidad, queda menos margen para hacerles ver lo que
no quieren, particularmente los anuncios comerciales.
Es
cierto que para todo hace falta perspectiva y que se puede interpretar como
apresurado el diagnóstico acerca del consumo de internet y sus posibles
consecuencias negativas, incluso suena algo apocalíptico, por tomar el
calificativo que hizo notorio Umberto Eco, afirmar que la digitalización
contemporánea hace a las personas más dispersas, desmemoriadas y con poca
capacidad de mantener la atención. Pero es el contexto que parece más actual en
la información y los medios de comunicación. Es cierto que hace falta
perspectiva, pero también hace falta algo de perspicacia y realismo, también
las compañías tabaqueras hace décadas afirmaban que no estaba demostrado de
forma concluyente y científica el daño a la salud de su producto. Y el cambio
climático no anda muy lejos de tales formas de prudencia en los diagnósticos. Pero
cambiando todo lo que hay que cambiar al comparar las perspectivas del tabaco,
el clima y la capacidad de atención, especialmente en lo que respecta a la
salud, conviene ser realistas y comprender que sí, probablemente hay un
problema de inadecuación entre oferta y demanda de mensajes de todo tipo, en
cantidad y en calidad. Y seguir insistiendo en la persecución de los
potenciales receptores no es lo más ingenioso ni creativo, ni tampoco avanzado, ni siquiera es
del todo lógico.
Quizás a
pesar del intento de actualizar con frecuencia las estrategias de las
aplicaciones tecnológicas, no se afronta ni actualiza la comprensión del asunto
clave, cómo funciona la mente humana.