De una u
otra forma la disparidad entre quién financia un proyecto artístico y quién lo
proyecta y realiza, no es ni mucho menos ajena a la historia del arte, ni a la
historia del cine si se le quiere seguir llamando arte, y no hay porqué no
hacerlo, al margen de las preferencias particulares y de que incluso no sea
necesario en absoluto calificarlo como arte. Llamar al cine séptimo arte, u octavo, noveno
o décimo es algo secundario. Más en general, clasificar las ideas o los
productos creativos dentro del arte o del marketing no va a negar su auténtica
realidad como creaciones con unos u otros públicos verdaderamente interesados
por ellas.
Pero si
el cine sigue siendo una industria que atrae inversiones, también mayores o
menores, y si se siguen haciendo filmes como negocio, o como arte o como
negocio y como arte a la vez, es interesante tener en cuenta que recursos que
ya no son nuevos, pero que sí están en continuo desarrollo, como el Big Data y el neuromarketing abren más posibilidades para conocer al público.
Entendido el cine como producto de marketing
hay que tomarlo muy en serio. Entendido como proyecto artístico quizás haya
otros matices, y hay opiniones siempre a la mano para verlo así.
Hace
unos meses, mejor decir unas semanas, Francis Ford Coppola, coincidiendo con la
entrega del Premio Princesa de Asturias, decía que esas películas suyas, tan
celebradas después, cuando se estrenaron fueron destrozadas por la crítica. Más
recientemente Peter Greenaway ha dicho que “el cine está muriendo muy
rápidamente”. Acaso sólo hay que ver qué punto de vista se está aplicando. Pero
es posible que, como ocurre también con el arte y el mercado del arte,
sencillamente se trate de dos realidades relacionadas pero distintas, y hasta
es posible que esté bien que sea así, o en cualquier caso es así y hay que
reconocerlo y considerarlo.
Que la
minería de datos o el Big Data es una
base de análisis excelente para el marketing,
y por qué no también para las películas como producto en el conjunto de su marketing mix, es algo a tener en cuenta.
Si es la adaptación a los gustos del consumidor lo que guía el proyecto, el
principio y el fundamento son comerciales, no es el de cambiar las tendencias
del arte, aunque también podría ocurrir algunas veces, y el cine no está al
margen de esa posibilidad.